Wednesday, October 12, 2011

Melilla

En este blog donde relato todas las experiencias que he tenido alrededor del mundo, ¿cómo podría olvidarme del lugar que me vio crecer?

Creo que Melilla es la gran desconocida de España. Sin contar la península, los archipiélagos son muy famosos, e incluso Ceuta es conocido. Sin embargo, a todos los lugares donde he ido y he explicado dónde me he criado, la gente se ha sorprendido de que España contase con ese territorio al norte de África. Es el momento de que le dedique un post a este pequeño tesoro.

Vista de la ciudad desde el Parador de Melilla

Melilla pasó a formar parte de España en el año 1497, con la entrada de Pedro Estopiñán en la ciudad. Es curiosa la manera en la que se acordó con Marruecos, en 1860, cuáles serían los límites de la ciudad: se disparó un cañón y allá dónde cayese el proyectil sería el límite del dominio español. De modo que en la actualidad la ciudad consiste en 12 km cuadrados de territorio, donde viven (oficialmente...) más de 70.000 personas.

El puerto deportivo Noray, foco de la vida nocturna

Es cierto aquello de que nunca sabemos apreciar lo que tenemos. Quizás fuese debido a mi corta edad, quizás a la costumbre, a que era lo único que yo conocía, pero Melilla nunca me pareció nada extraordinario en los nueve años que pasé allí. Todo cambió cuando el verano pasado regresé durante una temporada, y me resultaba fascinante todo lo que veía. Vivir en la península, y más concretamente en un pueblo pequeño, me ha hecho apreciar lo especial que es.

Melilla es considerada la segunda ciudad española con mayor patrimonio modernista, sólo detrás de Barcelona. Enrique Nieto, discípulo de Gaudí, es el principal artífice de esta sinfonía de calles que nos transportan a principios del siglo XX.

También podemos encontrar una maravilla de la época medieval: Melilla la vieja, la antigua ciudad amurallada. El año pasado restauraron parte de la muralla, y he de decir que es una de las mejor conservadas que he visto. Llegar hasta el faro y ver el mar desde la ciudadela es una gozada.

El faro, ya restaurado

Pero lo que más me gusta de Melilla es lo que no se ve haciendo turismo. La cultura, esencialmente española, pero en la que se integran elementos marroquís, es algo único. Puede que no se haya conseguido la total integración de los principales grupos sociales (españoles, marroquíes y judíos), pero al menos vemos que, por lo general, la convivencia es pacífica.

Melilla la Vieja visto desde un barco

La forma de vida es para nada despreciable. Tengo buenos recuerdos del verano: la playa es un factor imprescindible del verano melillense. En estos últimos años he podido comprobar cómo ha mejorado la limpieza y el cuidado de las playas, eso, sumado a las pocas aglomeraciones, te permiten disfrutar al mázimo. Por la noche, es normal ver a gente haciendo moragas, que no son más que una pinchitada o barbacoa en la playa. Durante el día, las pinchitadas se hacen en los pinos. Sobra decir que en toda la carne que se utiliza es habitual el uso de especias, de tan buena calidad al ser traidas directamente del país vecino.

También es agradable seguir la costumbre de salir a desayunar o merendar con los amigos. No puede faltar el té moruno, con hierbabuena, con los acompañamientos típicos: tostadas, dulces de almendras y miel, "pañuelos", o "jeringos"... Me costó mucho explicarle a una amiga marroquí qué eran exactamente estos últimos, porque yo pensaba los que yo conocían eran los nombres reales. En realidad, en árabe se llaman "baghrir" y "rgayef". Creo que sigo prefiriendo la alternativa melillense!

Interior de la cafetería "Los Arcos", al lado de la iglesia del Sagrado Corazón

He pasado unos años muy felices en Melilla, y creo que pasar unos días en la ciudad y tomarse la molestia de conocerla será muy gratificante para cualquiera que tenga curiosidad en ver más allá de la superficie.